¿Recuerdas a la Gorgona? Ha dicho:
"Babilonia. Sí, irás". Eso
es todo. Y ha venido
un largo crepúsculo. Y la Gorgona
cantaba para ti y para mí.
Tal vez. Pero yo sé que nunca tuve
un canto
Mejor que cuando soñabas.
Nunca tuve más ojos
que cuando dormías.
Ni nunca vi más cerca el mar
que entonces.
Y ella decía: "Irás". Y yo
veía
la escala de Jacob.
No Beatriz resplandeciente, Beatriz
llagada.
En un cielo sin círculos, en una
puerta sin llave.
Yo te veía y entre coros puros te
seguía.
Ninguna red más dura que estas manos
para cortar tus rosas. Ninguna
muerte más suave
para buscar tu boca.
Pero yo era
el viajero solo. Yo era
la humedad
de tu invierno.
Yo guardaba
tu joven sol en un cuarto
solo de
hotel, en la ciudad.
Yo tenía la
música del mundo sobre la arena, allí.
Y cantaba:
Pero tú no te reconocías
en lo que yo
cantaba.
Y yo salía a
las plazas, a los mercados, a los paseos
contigo. Tú
con la noche. ¿Por qué con la noche?
Eso parecía,
aunque tú eras el mundo en mí.
Oh que nos
vean pasar. Que nos vean amarnos
allí, entre
los árboles y las visiones.
Que yo diga
que te pareces a lo que eres.
Que yo diga
que no haces ruido, pero que brillas.
Que yo diga
que es oscura la corona que te ciñe,
aunque se
encienda.
Que yo diga
que tu boca es una flor pegada al hueso,
y que lo
sea.
Que yo diga
que alguien te ama por mí,
y que no sea
cierto.
Que yo diga
que las miradas se te adelantan,
y que lo
parezca.
Que yo diga
que eres la estrella de mi frente,
y que
alumbres.
Que yo diga
que sujetas los pájaros en el aire,
y que
pierdan las alas.
Que yo diga
que vas vestida del color del corazón,
Y que así
sea.
Tu ser en mí, mi amor en ti.
El sol grabado en la cabellera de la
begonia
de mi cuarto, en la ciudad.
Sola en tu estatua taciturna.
Sola por las ciudades de mi frente.
Sola debajo del árbol del ahorcado.
Amor en amor. La lámpara en ti, el
rayo en mí.
Las palabras en un puente entre tu
boca y la mía.
Todas las horas, una colina.
El tiempo total, una torre.
Nosotros, las campanas.
Y me voy
Un sol de otra parte
me tiende la mano.
y si digo que parto, es que tu
frente me retiene.
Y si digo que lloro, es que la noche
es ardiente.
Y si pienso que voy a ser el viajero
solo,
es que la tierra se ha abierto.
Y si canto detrás de los meteoros,
es que el cielo está cerca.
Y si te digo adiós, es que ando
al compás de la muerte.
El Joven Olvido, 1949
Rosamel
del Valle
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